martes, 8 de junio de 2010


FRENTE DE INTELIGENCIA, TEMAS DE ACTUALIDAD:

PROGRAMA DE INTELIGENCIA PARA EL CIUDADANO COMÚN


COMUNICADO ESPECIAL 8 DE JUNIO 2010

LA ‘GUERRA’ CONTRA EL NARCO-COMERCIO

EN PERSPECTIVA DE ‘INTELIGENCIA’

Por Shodai. J. A. Overton-Guerra


ESTIMADOS SEGUIDORES:

Proseguimos con nuestro estudio de inteligencia panorámica sobre la interrelación entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de America, titulado, México: Narcogolpe de Estado en Progreso “Made in America. En este Comunicado Especial de FITA, vamos a analizar cuidadosamente un estudio realizado por el presente autor titulado “El lado oscuro de America en perspectiva – 1ª Parte,” y publicado en el blog “Desde el ojo del huracán,” (http://www.desdeelojodelhuracan.blogspot.com/) en cuanto a ciertas estadísticas muy reveladoras con respecto a la supuesta justificación del daño colateral del la declarada ‘guerra’ contra la producción, el transporte, la distribución, la venta, y el consumo de narcóticos ilícitos en los EE.UU. La perspectiva presentada en ese reporte es clara evidencia de la necesidad de que el público toma responsabilidad por su consciencia respecto a numerosos temas que controlan y deciden, a veces trágicamente, su existencia diaria.

CITA ESPECIAL:

“Si el narcocomercio de por sí, es decir, menos la violencia que su ilegalidad genera, no es mayor crimen contra la salud pública que la prostitución, la comida rápida, y es mucho menor que el alcohol o el tabaco, y si las leyes contra el narcotráfico se aplican principalmente como herramienta de subyugación racial dentro de los EE.UU., y como estrategia colonizadora fuera de los EE.UU., entonces el latino o el negro encarcelado por estas leyes no es un criminal, sino un preso político.

Una ley injusta, o una ley injustamente aplicada, no es una ley sino una herramienta para la opresión de un pueblo y para la violación de sus derechos esenciales. Su aplicación por el estado no surge de esa base moral indispensable para la legislación de cualquier sociedad libre, justa, e igualitaria, sino de la abusiva imposición de la fuerza bruta, herramienta fundamental del despotismo que tanto ha azotado a los pueblos de las Américas, los EE.UU. inclusive y principalmente.

Todo individuo tiene el derecho, por los estatutos universales del convenio social y por la naturaleza esencialmente libre del ser humano, de rehusarse a acatar o a cumplir con dicha ley de igual manera que tendría el derecho, y la expectativa, de no reconocer la potestad de una fuerza invasora a la patria, ni a colaborar con sus operativos subyugantes. Este es el “Manifiesto de Emancipación del Pueblo Subyugado” por la legislación injusta de las fuerzas opresivas gubernativas, patrias o extranjeras. Ciertamente, en un país democrático, igualitario, y justo el gobierno debería temer al pueblo, y no el pueblo al gobierno. El pueblo libre es el que se hace oír, respetar, y si es absolutamente necesario, temer por su gobierno.”

de “La Bitácora de Shodai”




Desde el ojo del huracán:

América, la perspectiva del lado oscuro

Por Shodai J. A. Overton-Guerra



INTRODUCCIÓN:

La actual “guerra contra el narcotráfico” propiciada por los EE.UU. es un fenómeno político-judicial-militar-económico que prácticamente define nuestros tiempos. Es una “guerra” que carece de sentido desde el punto de vista de la protección de la salud general de la población americana, de hecho, las muertes anuales por el alcohol, y no digamos por el tabaco, sobrepasan ampliamente al número de mortandades ocasionadas por las drogas ilícitas cada año. Tampoco es una guerra en la cuál los EE.UU. pueda declarar una victoria palpable a pesar de los centenares de miles de millones de dólares gastados, ya que la droga ilícita es tan usada por, y tan asequible al pueblo americano como nunca. Ni siquiera es una “guerra” que no resulte en un tremendo gasto económico frente a otras soluciones como serían la legalización, el tratamiento, y la prevención combinados; de hecho los EE.UU. tiene el ejemplo de los efectos socialmente desestabilizadores y políticamente corruptores de la prohibición del alcohol durante la Ley Seca del "Acta Volstead,” entre los años 1920 y 1933.

Y sin embargo, a pesar de que no protege al público americano de un peligro más pronunciado que el de su propia pereza y estupidez, a pesar de que no se haya disminuido el flujo de drogas en las calles americanas, y a pesar de su tremendo costo, los EE.UU. sigue persiguiendo un política interior y exterior enfocada en la persecución (de algunos) de aquellos individuos involucrados en todo aspecto del cultivo, manufactura, transporte, distribución, venta y consumo de estos productos. Todo sin importarle el daño colateral social y cultural que eso acarrea. Sería un ejemplo de tremenda estupidez, y de lo absurdo del mundo, si no tomáramos otra perspectiva y preguntarnos: “¿Quién sufre, desproporcionadamente, este tremendo daño colateral? ¿Quién podría beneficiarse, y por qué, del perjuicio consecuente?” Y al contemplar las respuestas pasamos de la aparente estupidez de la “guerra contra las drogas,” a la clara y evidente maldad detrás de la criminalización del narcocomercio.

LA PRIMERA REGLA DE LA GUERRA: SABER PARA QUÉ SE LUCHA

La primera regla para cualquier individuo dispuesto a punir a otro debería ser, “¿por que?”. Es decir, previa a cualquier acción penal o militar, y sobre todo parte del país supuestamente defensor y propagador de los valores de la libertad, de la igualdad, de la justicia, y de la democracia, debería ser el proceso intelectual en función a las siguientes preguntas: “1. ¿Cuál es el propósito o fin de mi acción?” seguido de “2. ¿Se justifican los medios?” Son preguntas lógicas, racionales, objetivas, pero que no entran lo suficiente ni en el discurso lógico, ni racional, ni objetivo de la política de cualquiera de los países afectados o involucrados en la “guerra contra las drogas.”

El aparente propósito o justificación de la “guerra contra las drogas” es la protección de la sociedad americana contra una serie de productos nocivos para su salud pública. Dado ese propósito, que viene a ser el único que uno pueda imaginarse, ahora queda justificar los medios, y los costos materiales y humanos en función de los mismos. El problema, cuando uno lo analiza de esta forma – lógica y racionalmente – es que en el caso de la guerra contra el narcotráfico, el fin no solamente no justifica los medios, sino que el fin es completamente absurdo en base a las mismas estadísticas del gobierno americano: ¿Acaso los narcóticos ilícitos son más nocivos para la salud que el tabaco o el alcohol? Con esta pregunta no estoy abogando por los beneficios del consumo o del tráfico de los narcóticos ilícitos, simplemente estoy poniendo en tela de juicio el énfasis que se ha puesto en su persecución. Sí estoy, no obstante, completamente en contra de la hipocresía con la cual se envilece este consumo y comercio puesto que está en completa desproporción a los que las cifras que el gobierno mismo de los EE.UU. presenta sobre los efectos nocivos de drogas como la marihuana para la sociedad, ante todo con respecto a muchísimos otros productos de consumo cotidiano y regular.

Veamos: más de 435,000 personas mueren cada año en los EE.UU. por enfermedades directamente asociadas con el uso o consumo del tabaco[1] con un costo social de $167 mil millones de dólares anuales.[2] Ignoremos de momento la clase de preguntas indiscretas como, “¿por qué se permite el consumo del tabaco?” o “¿por qué no tenemos un ‘guerra contra el tabaco?” y enfoquemos en algunas cifras relevantes e iluminadoras. Un estudio, por ejemplo, publicado en 2004 por la Asociación Médica de America (AMA) y titulado Actual Causes of Death in the United States, 2000 (Causas actuales de muerte en los EE.UU., 2000) se resume en la Tabla 1. El mismo estudio reporta que el uso ilícito de todas las drogas, legales e ilegales, ocasionaron 17,000 muertes ese año, mientras que el alcohol ocasionó otras 85,000 (Tabla 1). Si hacemos un calculo rápido en cuanto a la proporción de muertes ocasionadas por el tabaco en relación a las atribuidas al abuso de todas las drogas, legales (de receta medica o de farmacia sin receta) e ilegales (cocaína, crack, heroína, metanfetamina, marihuana, etc.) combinados, vemos que el tabaco fue responsable por 25.6 veces más mortandades ese año que todas las drogas juntas (¿y por qué no tenemos un ‘guerra contra el tabaco?). Cuando aplicamos el mismo cálculo aplicado a la relación de muertes por alcohol con respecto a las drogas combinadas, vemos que el alcohol ocasionó un número de defunciones 5 veces mayor en el año 2000 que todas las drogas, licitas e ilícitas, juntas (véase Recuadros 1 y 2).

Si buscamos una justificación racional a la “guerra contra las drogas” basado en el daño impedido a la sociedad americana o al consumidor que la compone, no lo vamos a encontrar en términos relativos a la salud pública; mucho menos en términos que justifiquen el costo económico, social, político, cultural de la misma. McDonald's, Coca Cola, y toda la industria de la “comida chatarra” que contribuye a la tensión alta, la obesidad, el sobrepeso, el colesterol elevado, la glucosa sanguínea elevada, etc., fueron responsables por al menos 1,373,000 muertes en el año 2009 (Tabla 3). Otros 191,000 americanos murieron por falta de actividad física, contribuida sin lugar a dudas por la industria del entretenimiento electrónico incluyendo la televisión. Si agregamos las causas del uso del tabaco y del consumo del alcohol, la inactividad física y los malos hábitos alimenticios en general, casi dos millones de americanos murieron ese año (1,978,000) – y todo por el resultado de ejercer su libertad (léase estupidez) de elección en cuanto a su estilo de vida, incluyendo sus hábitos alimenticios: murieron porque optaron por ser estúpidos, y no hay nada que el gobierno pueda – o quiera - hacer al respecto. Sin embargo, al final de la Tabla 2 vemos algo que debería resultar tremendamente inquietante para el lector de consciencia: la marihuana, la causa del mayor número de arrestos relacionados a la droga en los últimos 15 años (Gráfica 1), es responsable directamente por 0 mortandades en el año 2000.

De hecho, si profundizamos un poco más en los supuestos efectos letales de la marihuana comparada con otras 17 drogas comunes y autorizadas por la FDA americana (Tabla 4), vemos que en un periodo de 8 años, entre 1997 y 2005, la marihuana fue causa directa de 0 muertes y la causa indirecta (en asociación con otros agentes) de 279, mientras que 17 Drogas Legales combinadas causaron directamente 10,008 muertes en ese periodo y fueron implicadas indirectamente en otras 1,679, para un total de 11,687 muertes. Marcador final: Marihuana 279; “17 Drogas Licitas” 11,687.

Siguiendo la misma línea de “travesura intelectual,” cabe preguntarse, ¿cuanto cuesta, en términos monetarios, el daño ocasionado por las enfermedades y muertes provocadas por el tabaco? Veamos:

Gastos económicos anuales atribuibles al fumar tabaco adultos y bebes - EE.UU., 1995-1999[3]

Componente del Gasto:

Total (en millones de $ USA)

A. Gastos Adultos:


I. Costos anuales en pérdidas de productividad atribuibles al fumar, 1995 – 1999


Hombres

$55,389

Mujeres

$26,483

Total

$81,872



II. Gastos médicos atribuibles al fumar, 1998


Cuidado ambulatorio

$27,182

Cuidado hospitalario

$17,140

Drogas de receta

$6,364

Sanatorios, casas de reposo

$19,383

Otro cuidado

$5,419

Total

$75,488



Total gastos adultos




B. Gastos infantiles - Gastos médicos de bebes atribuidos a fumar, 1996

$366



Gastos Totales

$157,726

El promedio anual del costo del vicio americano de fumar tabaco entre 1995 y 1999 fue de $157.726 mil millones de dólares por cada año. Fumar tabaco no solamente mató a más de 400 mil americanos al año, cada año durante ese periodo, sino que costó un promedio de casi $160 mil millones anuales en el proceso. Para el 2001 esos costos, calculados igualmente en términos de costos de tratamiento y pérdidas de productividad, habían ascendido ya a $167 mil millones de dólares anuales[4] - y continuaría ascendiendo: para enero del 2010 las cifras actuales (2009) eran de un total de $97 mil millones en costos de tratamientos y $96 mil millones en pérdidas de productividad laboral, para un total de $193 mil millones de dólares[5] atribuidas directamente al tabaco.

Continúo con mis travesuras intelectuales, sino es que netamente subversivas: ¿y el alcohol? Veamos:

COSTOS ECONÓMICOS DEL ALCOHOL: CIFRAS DE 1992 Y 1998[6] EN MILLONES DE DÓLARES

Componente del Costo

1992

1998

% aumento anual promedio

% aumento total en 6 años

Servicios y tratamientos alcohólicos especializados

$5,573

$7,466

5

33.97

Consecuencias medicas (menos SAF)

$11,205

$15,963

6.1

42.46

Consecuencias medicas de SAF

$2,042

$2,909

6.1

42.46

Perdidas de ganancias futuras debido a muertes prematuras

$31,327

$36,499

2.6

16.51

Perdidas de ganancias debido a enfermedades derivadas del alcoholismo

$68,219

$86,368

4

26.60

Perdidas de ganancias debido a Síndrome de Alcoholismo Fetal

$990

$1,253

4

26.57

Lost Earnings Due to Crime/Victims

Perdida de ganancias debido a crimen/victimas

$6,461

$10,085

7.7

56.09

Colisiones, incendios, sistema criminal judicial, etc.,

$22,204

$24,093

1.4

8.51

Total

$148,021

$184,636

3.8%

24.74%

Vemos que el (abuso del) alcohol tuvo un “Costo Económico Social” en 1998 superior a $180 mil millones de dólares, y que esto representó un aumento de casi un 25% con respecto a 1992. Aplicando la lógica de la “guerra contras las drogas,” ¿por qué no tenemos una guerra contra el alcohol? ¡Ah, claro! Los EE.UU. ya la tuvo y se rindió debido al tremendo costo en términos del crimen, de la corrupción de las instituciones sociales (políticas, judiciales, policiales, etc.), y de la desestabilización social y cultural que ocasionó en (sectores de la población de) ese país. Los EE.UU. concluyeron que continuar una guerra contra el alcohol en sus propias fronteras era peor remedio que la enfermedad; todo es cuestión de la perspectiva egocéntrica del interés propio. De nuevo, ¿a quién le perjudica y a quién le beneficia esta “guerra contra el narcotráfico”?

No vamos a encontrar una justificación para la guerra contra el narcotráfico en la defensa de la salud pública americana. Si abandonamos esa perspectiva, fomentada por elementos propagandísticos del gobierno americano y propiciados por unos medios de información poco informados y aun menos informativos, podemos tomar una perspectiva más analítica: ¿Quién se perjudica y quien se beneficia de la ilegalidad de las drogas en los EE.UU.? Eso promete dar en el blanco, o mejor dicho en el color de la situación.

¿Y la marihuana? Por razones obvias estadísticas del gobierno americano que separen los costos médicos de los criminales de la marihuana son difíciles de obtener. Canadá que registró en el 2004 el mayor índice de consumo mundial de cannabis por habitante[7] y donde el debate político de la penalidad delictiva de la marihuana indica un fin próximo a la criminalización de la misma,[8] nos ofrece unas cifras interesantes en cuanto a los costos relativos de la salud y de la criminalidad del tabaco, del alcohol, y de la marihuana (cannabis)[9] por año:


Costos de Salud por persona

Costos de Ejecución Legal por persona

Cannabis

$20.50

$328.00

Tabaco

$822.26

$0

Alcohol

$165.11

$153.43

Recordando el número insignificante de mortandades atribuibles a la marihuana y combinándolas de momento con estas cifras canadienses, no vemos motivo alguno para justificar su criminalidad. No obstante, la marihuana sigue siendo la causa de más de dos de cada cinco de las detenciones policiales por drogas (43.9%) en los EE.UU.[10], y el costo de su persecución criminal anual es de aproximadamente $13.7 mil millones – esto no incluye los costos sociales de perdida de ganancias por encarcelamientos, etc.; de hecho, su legalización aportaría unos $6.4 mil millones en impuestos anuales a la hacienda pública.[11]

Para llegar a entender exactamente contra y a favor de qué y de quién se está librando esta ‘guerra’ veremos que los mayores beneficiados y los peores perjudicados se dividen por color, siendo los latinos y los negros los tremendos perdedores en cuanto a muertes, violaciones de derechos humanos, trauma psicológico y social, y corrupción de su identidad cultural. Veremos que en su esencia la “guerra contra las drogas” es una guerra de la superpotencia colonial angloamericana blanca para mantener su hegemonía ante una oleada de insurgentes negros y latinos que amenazan con desequilibrar el status quo; una superioridad supuestamente divina que se capta en “In God We Trust” y que se expresa a través de la política del Destino Manifiesto, la Doctrina Monroe, el genocidio del amerindio, y de la esclavización y la subsecuente segregación del negro.

Para ubicarnos ante la realidad racista aún vigente en los EE.UU. consideremos un análisis del programa de “Stop-and-Frisk” (“Para-y-Registra”) del departamento de policía de Nueva York que fue llevado a cabo por la “New York Civil Liberties Union” o NYCLU (Unión de Libertades Civiles de Nueva York) y publicado el 26 de noviembre del 2007 por el ACLU (American Civil Liberties Union) [12]. Este estudio reveló que mientras que los blancos constituyen una mayoría de la población (3.6 millones, negros 2.2 millones), de las 867,617 personas paradas por la policía de Nueva York durante el programa antedicho y entre el 1 de enero del 2006 y el 30 de septiembre del 2007, solamente un 10.9% eran blancas – el resto eran negros (50.1%) (Gráfica 2) y latinos.

Esto significa que solamente un 2.62% de la población blanca fue parada mientras que un 19.77% de la población negra se ‘ganó’ el mismo tratamiento (Gráfica 3). Resultó ser que el perfilamiento racial está en líneas equivocadas: la población blanca era más delictiva que la negra, ameritando arresto un 11.72% de los paros, mientras que para los negros era solamente un 7.37% de los paros; es decir, en base a las estadísticas de porcentaje de arrestos por cada 100 parados, los blancos deberían ser perfilados y no los negros (Gráfica 4). Asimismo, el NYCLU que reporta sobre otro estudio con respecto al mismo programa de policía y con data del 2006, indicó que la policía hizo uso de fuerza (uso de esposas, desenfundando un arma, etc.) 50% más veces con negros y latinos que con blancos y que el 45% de los negros y de los latinos parados fueron además registrados, mientras que solamente un 29% de los blancos tuvieron el ‘placer.’[13]

El 9 de septiembre del 2008, el fiscal del distrito de los EE.UU. en Manhattan ordenó a la policía de Nueva York a entregar toda la data sobre su programa de “Stop-and-Frisk” al “Center for Constitutional Rights” (CCR) (Centro de Derechos Constitucionales”), a razón de las denuncias por violaciones de los derechos civiles por parte del departamento. En un estudio más comprensivo llevado a cabo por dicha institución sobre la data del programa “Para-y-Registra” del departamento de policía de NY y correspondiente a data del 2005 y a la primera mitad del 2008, se descubrieron, entre otros, los siguientes datos:

[ Un total de 1,648,769 paros fueron llevados a cabo.

[ El 80% de los paros fueron realizados a negros y latinos a pesar de constituir solamente el 25% y el 28% de la población, respectivamente.

[ De los blancos parados, solamente un 34% eran también registrados, mientras que el 50% de los latinos y de los negros parados también fueron registrados.

[ La policía empleó fuerza física contra un 17% de los blancos comparado con un 24% de los latinos y de los negros.

[ En el 2005, un 10% de los paros fueron Blancos, un 29% Latinos, y un 50% Negros; en el 2006, un 11% fueron Blancos, un 29% Latinos, y un 50% Negros; en el 2007, un 11% fueron Blancos, un 30% Latinos, y un 50% Negros, y en la primera mitad del 2008, un 11% siguieron siendo blancos, un 32% Latinos, y un 50% todavía Negros (Gráfica 5). La discrepancia relativa a la población se ve en la Gráfica 6 con respecto a la data del 2006, 2007, y 2009 para cada grupo.

Si piensan que después de los análisis estadísticos publicados que la policía de NY escarmentaría, están trágicamente equivocados: Un editorial en la New York Times titulado “Lingering Questions About ‘Stop-and-Frisk’” (“Preguntas pendientes sobre ‘Para-y-Registra’”) del 18 de febrero del 2010 comenta que el programa de “Stop-and-Frisk” (“Para-y-Registra”) de la policía de Nueva York paró a un “numero record de 575,000 personas el año pasado – casi en un 90% negros o Hispanos”.[14]

Lo que las estadísticas del programa de “Para-y-Registra” del departamento de policía de Nueva York demuestran es el fenómeno del perfilamiento racial, toda una tradición entre las fuerzas policiales de los EE.UU. y que se manifiesta a todos los niveles desde las (supuestas) infracciones de tráfico hasta delitos mayores. Lo que demuestran el análisis de las estadísticas de las prácticas discriminatorias del departamento de policía de Nueva York, al igual que muchos otros análisis semejantes de otros estados y departamentos de policía, es que ciertamente y sin lugar a dudas, considerar objetivamente a los EE.UU. es analizar al racismo como eje central en torno al cual se han organizado todos los aspectos y todas las dimensiones de su estructura socio-política y cultural desde sus inicios hasta la actualidad. Entender al racismo en todas sus dimensiones es entender a los EE.UU., a la vez que entender a los EE.UU. es llegar a comprender hasta qué punto el racismo puede contaminar, pervertir, y distorsionar todas las instituciones de un país y de una cultura. En pocas palabras: no es posible entender ni la cultura, ni la política interior, ni la política exterior, ni la economía, ni la jurisprudencia, ni la religión, ni el deporte, ni la historia, ni esencialmente nada de los EE.UU. – y sobretodo no la “guerra contra el narcotráfico” – sin comprender el papel esencial que ha desempeñado, y que sigue librando, el lado oscuro del racismo de América.[15]

Numerosos estudios de la data de arrestos y encarcelamientos revelan las estadísticas racistas de la guerra contra el narcotráfico. Estudios de la data de la FBI realizados por la Human Rights Watch[16],[17], por ejemplo, demuestra lo siguiente:

  1. A nivel nacional, cada año entre el 1980 y el 2007 los negros fueron arrestados por cargos relacionados a las drogas de entre 2.8 y 5.5 veces más que blancos con respecto a su proporción en la población.
  2. Estado por estado en el 2006, negros fueron arrestados por drogas entre 2 y 11.3 veces más que blancos.
  3. Entre 1980 y 2007, el 63% de los arrestos por drogas han sido por posesión; esa cifra fue superior al 80% entre 1999 y el 2007. Esta cifra indica que la desproporción racial de arrestos es por políticas de perfilamiento racial semejantes a la de la policía de Nueva York con su programa de “Para-y-Registra.”
  4. Estos índices tan elevados de arrestos de negros no refleja una disparidad de delincuencia; las tasas relativas de consumo y de tráfico de drogas ilícitas entre blancos y negros son comparables.
  5. Esta disparidad de proporción de arrestos demuestra que los negros son los principales ‘blancos’, objetivos, en la guerra contra las drogas.

EN RESUMEN: las estadísticas de arrestos y encarcelamientos de negros con respecto a blancos no es causada por una diferencia en la delincuencia entre las razas, sino que demuestra una tremenda desproporción entre los arrestos, y entre las sentencias, efectuados contra negros respectiva a blancos[18]: la guerra contra el narcotráfico no es sino una guerra racial débilmente disfrazada.

Teniendo en cuanta lo antedicho, la mayoría del mundo carece de una perspectiva acertada sobre los EE.UU. en cuanto se refiere a la situación de las minorías de color que han poblado sus fronteras desde sus inicios como colonia europea. En gran parte esto sucede por ignorancia de la historia como una disciplina ‘actual’ que nos permite una comprensión más objetiva de dónde estamos, quiénes somos, y de cómo llegamos a ser y estar en este presente: El que ignora la historia se condena a que se repita con él.

Para los países de ‘color’ – los Iberoamericanos ante todo – es imprescindible comprender el estado actual de los segmentos marginados de la población estadounidense y cuales fueron las fuerzas que contribuyeron, si es que no forjaron, ese estado de marginalización, de alienación. Esto es aún más importante en el caso de países como Haití, la Dominica Republicana, México, Guatemala, Colombia, etc., por ser países íntimamente afectados a través de la Iniciativa Mérida o del Plan Colombia por la política exterior Americana. Entiendan lo que es y que ha históricamente sido para los individuos “no blancos” vivir bajo el dominio directo de los EE.UU. y comprendan por qué EE.UU. ha tratado a los ciudadanos de color de otros países no mejor que ha tratado, y sigue tratando a los suyos.

La actual “guerra contra el narcotráfico” sigue dañando, traumando, y cobrando vidas día a día, pero el daño colateral de esa guerra cobra un costo desigual tanto por dentro como por fuera de los EE.UU., y esa desproporción la sufren individuos de color, no blancos. Fuera de los EE.UU., en México por nombrar tal vez el país más en la consciencia internacional actual por las consecuencias inmediatas y diarias de la “guerra contra el narcotráfico,” los derechos humanos de innumerables ciudadanos están siendo violados a habitualmente y a consecuencia directa de una política impuesta por los EE.UU. – y en defensa de unos productos que ni siquiera suponen un riesgo primordial a la salud de los habitantes de su país. Ante tal derroche de vidas ajenas, o sea, no angloamericanas, ante tales violaciones de la humanidad de innumerables individuos de color, cabe preguntarse, ¿por qué estamos en guerra contra el narcotráfico? Simplemente porque el objetivo no está en erradicar, o limitar al narcocomercio, sino de tener un pretexto para fomentar la criminalización de las minorías negras y latinas dentro de los EE.UU., y de efectuar una desestabilización social, política, y cultural de las naciones negras y latinas fuera de los EE.UU. La guerra contra las drogas es una guerra contra el negro americano y contra el latino dentro los EE.UU., y contra el mexicano, el colombiano, el jamaicano, el haitiano, etc., fuera de los EE.UU. Es la esclavitud y Jim Crow, y el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe en otra forma y con otro pretexto.

HUMANIDAD DENEGADA: DE LAS CADENAS DE LA ESCLAVITUD A LAS BARRAS DE LA PRISIÓN

El primer artículo de la 14ª Enmienda de la Constitución de los EE.UU. lee así:

1. Todas las personas nacidas o naturalizadas en los EE.UU., y sujetos a la jurisdicción de los mismos, son ciudadanos de los EE.UU. y del Estado en el cual residan. Ningún Estado hará o impondrá cualquier ley que limite los privilegios o las inmunidades de los ciudadanos de los EE.UU.; ningún Estado tampoco privará a cualquier persona de vida, libertad, o propiedad, sin el debido proceso de la ley; ni tampoco denegará a cualquier persona en su jurisdicción la igualdad de protección de las leyes.

Muchas personas en el mundo admiran a los EE.UU. en atención a su imagen del país amante de la libertad y de los derechos humanos, valores que asumen surgen de la Constitución estadounidense creada el 17 de septiembre de 1787 y ratificada el 21 de junio de 1788. Lo que no conocen es el legado del racismo institucionalizado de un sistema jurídico fundamentalmente consignado a ser injusto para y con el ciudadano de color; tampoco conocen la historia del sacrificio humano tras las primeras diez primeras enmiendas de la Constitución, (que se conocen como la “Carta de Derechos”) y otras como la 14ª citada anteriormente. En este articulo haremos breve referencia a esa historia con el fin de que el lector la tenga bien presente a la hora de comprender cuál es, en realidad el beneficio obtenido para el sistema sociopolítico americano al instituir una “guerra contras las drogas,” una guerra en la cual las principales ‘victorias’ para los EE.UU. se miden en los números de Negros y Latinos encarcelados – o peor.

EL SUFRIMIENTO QUE EL ODIO GENERA:

En la mayoría de los casos y bajo la mayoría de las circunstancias ser una minoría de color en los EE.UU. es sufrir un hándicap social, legal, y económico. Históricamente y socialmente los EE.UU. son y han sido un ambiente hostil para las minorías de color. El director de la Dirección General de Protección a Mexicanos en el Exterior, Daniel Hernández Joseph se quejó al gobierno americano durante la XXI Reunión de Embajadores y Cónsules de México por la oleada de “violaciones graves a los derechos humanos” cometidas en los Estados Unidos y llevados a cabo “con un factor común: los responsables han sido servidores públicos de ese país, en su mayoría agentes policíacos”. El director Hernández Joseph añadió que algunas “autoridades estadounidenses avivan prácticas ‘denigrantes e inaceptables’ contra mexicanos y ciudadanos de otros países latinoamericanos, que se traduce en decenas de casos documentados de abuso en los últimos años.”[19]

El director Hernández Joseph a su vez citó las mismas estadísticas de la FBI que corroboran un aumento de crímenes de odio contra los Latinos de más de un 40% en la última década.[20] Un artículo de la Southern Law Project titulado “Anti-Latino Hate Crimes Rise for Fourth Year in a Row” (“Crímenes de odio contra Latinos suben cuarto año consecutivo”), también cita las estadísticas proporcionadas por la FBI[21] que indican un alza del 40% desde el 2003 al 2007 de crímenes de odio contra Latinos en los EE.UU. (Gráfica 7).

Un artículo reciente de CNN titulado “Small town killing puts focus on crimes against Latinos[22] (“Asesinato en pequeña ciudad pone atención en crímenes contra Latinos”) con respecto a la recién matanza racialmente motivada de un inmigrante Hispano por parte de jóvenes blancos en Shenandoah, estado de Pensilvania, pone todo esto en perspectiva:

El odio es parte de nuestra cultura,” dijo Jack Levin del Centro Brudnick de Violencia en la universidad de Northeastern . . . Trasciende generaciones, está ampliamente compartida, y se aprende desde muy temprana edad . . . Hasta personas, de otra manera decentes y honorables pueden ser absorbidas en ella.” Jack McDevitt del Instituto sobre la Raza y la Justicia de la universidad de Northeastern dijo: “Todos llevamos perjuicios por dentro, y no es el monstruo extraordinario el que decide actuar de acuerdo a él. Generalmente hablando, es más bien alguien como nosotros mismo o nuestros hijos que un miembro del [Ku Klux] Klan.”

Los jóvenes están siendo probados como adulto; uno de ello, quien admitió haber lanzado el puñetazo que dejos a la victima inconsciente, era un estudiante sobresaliente que corría en el equipo de atletismo de su bachillerato.

Que la “guerra contra las drogas” haya servido meramente como excusa para la criminalización desproporcionada del negro y del Latino es de evidencia estadística citada en cantidad de estudios y análisis; lo que es menos frecuente es una mención al tremendo efecto de la criminalización de estas dos cultura y a la fomentación de estereotipos de equivalencias entre el ser de color y el ser criminal, con la consecuente desvaloración de nuestra identidad cultural por una parte, y el establecimiento como norma social de la inherente superioridad cultural, y moral, del Blanco por otra:

La raza blanca se estima a sí misma ser la raza dominante en este país. Y sin lugar a dudas es así en cuanto a privilegio, logros, educación, riqueza y poder. Así, sin dudas, seguirá siendo hasta el fin de los tiempos si permanece verdadera a su gran herencia y si se mantiene fiel a los principios de la libertad constitucional. Pero a la luz de la Constitución, en el ojo de la ley, no hay en este país una clase de ciudadanos superior, dominante, o gobernante. No hay castas aquí. Nuestra Constitución es daltónica, y no conoce ni tolera clases entre ciudadanos. Con respecto a los derechos civiles, todos los ciudadanos son iguales ante la ley. El más humilde está a la par con el más poderoso.[23]

Estas palabras, escritas por J. Harlan, Juez de la Corte Suprema y única voz discrepante en el caso de Plessy v Ferguson 163 U.S. 537 sobre la posición social de la raza blanca eran ciertas entonces y lo son ahora: los blancos disfrutan de mayor prestigio en términos de logros, educación, riqueza y poder, que provee a sus hijos con acceso de facto a la oportunidad de desarrollarse de acuerdo a su identidad lingüística y étnica.

Sin embargo, sería un grave error tratar de entender las palabras sin comprender el contexto socio-político en el cual se escribieron, ya que fueron redactadas precisamente como el resultado de una de las decisiones de la Corte Suprema de los EE.UU. más devastadoras al ideal de la igualdad de derechos entre las razas en aquel país, después del caso Dred Scott v Sandford de 1857 en la que el Juez Supervisor de la Corte de los Estados Unidos declaró que un negro, aun siendo nacido en los EE.UU., carecía de mayores derechos que los que un blanco deseara concederle – mucho menos el derecho a la ciudadanía. La voz de disensión del Juez Harlan se refería a su oposición a la decisión de confirmar la infame política segregacionista del “Separate but Equal” (“Separados pero Iguales).

En ambos casos, ambas decisiones (la de la Corte Suprema en Dred Scott v Sandford de 1857 y en Plessy v Ferguson de 1896), contribuyeron precisamente a un sistema de castas en la que los negros estaban bien lejos de ser “iguales ante la ley” y sirvieron para justificar, sostener, y propugnar el legado legal de la esclavitud: las leyes segregacionistas de “Jim Crow,” equivalentes a las del Apartheid Sudafricano. El resultado directo de esa segregación legal, ha sido la disparidad social, económica, y educacional actual entre Blancos y Negros. La “guerra contra el narcotráfico” es una herramienta para la refundición del legado racista del sistema socio-político y económico que son los EE.UU.

Se continuará…


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