martes, 25 de mayo de 2010

FITA: NOTA PERSONAL DEL AUTOR

TÍTULO: “VAMOS A CONTAR VERDADES


Estimados alumnos, discípulos y seguidores:


Es importante saber lo que hacemos y por qué. Hoy me llegó un correo electrónico de un artículo escrito por Arturo autor de Alatriste, ARTURO PÉREZ REVERTE. Leí en detalle el artículo y concuerdo con el autor en varios puntos, bueno, en casi todos. Incluyo un párrafo del artículo y un link al artículo completo para que vean:

ARTURO PÉREZ REVERTE

España es uno de los países más afortunados del mundo, y al mismo tiempo el más estúpido. Aquí vivimos como en ningún otro lugar de Europa, y la prueba es que los guiris saben dónde calentarse los huesos. Lo tenemos todo, pero nos gusta reventarlo. Hablo de ustedes y de mí. Nuestra envilecida y analfabeta clase política, nuestros caciques territoriales, nuestros obispos siniestros, nuestra infame educación, nuestras ministras idiotas del miembro y de la miembra, son reflejo de la sociedad que los elige, los aplaude, los disfruta y los soporta. Y parece mentira. Con la de gente que hemos fusilado aquí a lo largo de nuestra historia, y siempre fue a la gente equivocada. A los infelices pillados en medio. Quizá porque quienes fusilan, da igual en qué bando estén, siempre son los mismos.

… El problema no es la bandera, ni el toro, sino la puta que nos parió. A todos nosotros. A los ciudadanos de este país de mierda.

Piquen aquí para el artículo completo: http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2791

Los problemas a los que alude el autor, cuando profundizamos analíticamente, no son exclusivos de España sino que reverberan en toda la Hispanidad – el fruto no cayó lejos del árbol. Lo importante para todos los Iberoamericanos – categoría en la que incluyo Peninsulares, Brasileros, y Latinoamericanos, es darnos cuenta de que somos mucho más parecidos que distintos, que todos padecemos de los mismos problemas y por lo tanto tenemos que unirnos en encontrar soluciones.

Inmediatamente al leer el artículo de Pérez Reverte pensé en mi propio artículo de “Vamos a Contar Mentiras” que está en el blog de la bitácora de Shodai y en el Escritorio del Fundador. Incluyo el articulo aquí para que tengan una perspectiva común ante la estrategia de la que disponemos aquí en FITA en cuanto a la Revolución KAIZEN:

Vamos a contar verdades. . .

Entre los numerosos recuerdos de mi infancia hay una canción que oigo de vez en cuando entonado en acento diverso y aplicado a motivos diferentes. La canción, de autoria anónima y que goza de muchísimas variaciones, comienza así en su versión original:

Ahora que vamos despacio,

ahora que vamos despacio,

vamos a contar mentiras, tralará,

vamos a contar mentiras, tralará,

vamos a contar mentiras.

Por el mar corren las liebres,

por el mar corren las liebres,

por el monte las sardinas, tralará,

por el monte las sardinas, tralará,

por el monte las sardinas.

Como es el caso de gran parte de estas rimas infantiles, aparentemente vacías y sin sentido, la canción esconde una grandísima verdad: “Ahora que vamos despacio,” es decir, ahora que nos encontramos sin prisas, sin distracciones innecesarias o nocivas, y sin presiones que nos impidan lo contrario, en vez de contar verdades y lidiar con la realidad, en vez de entablar con temas profundos, actuales, de gran índole y de suma importancia, vamos a entregarnos a aquel pasatiempo tan sumamente humano como es la evasión, la artimaña, y el engaño – propio y ajeno. Aquí y ahora no vamos a ceder a tales caprichos y consentimientos: “Vamos a contar verdades” y en particular “verdades” que nos atañen a todos los hispanos.

El Reino Unido, junto con todos los demás países anglosajones – los denominados “hijos de la Gran Bretaña,” – Canadá, Australia, Nueva Zelanda, y los Estados Unidos – figuran entre los países de más alto nivel socio-económico del planeta, lo que se viene a conocer como los países del “primer mundo.” Por lo contrario, de entre los países de habla hispana, solamente uno se encuentra en esta categoría: España, la madre patria. Esta es a la vez una gran verdad como debería ser una gran vergüenza para todos los hispanos.

Si una imagen vale mil palabras, entonces una vivencia vale miles y miles de imágenes. En ninguna parte del mundo y de ninguna manera se vive de forma más patente la verdad entre la discrepancia socio-económica del mundo anglosajón y del mundo hispano que en “la línea” que divide Tijuana, Baja California, de San Diego, “Alta California.” A diario, en la frontera más transitada del mundo, millares de individuos, casi todos mexicanos, hispanos, cruzan – legal o ilegalmente – en busca de las oportunidades superiores que les ofrece “el otro lado.”

Hace unos meses tuve que acompañar a una joven para que pudiera visitar a su esposo recientemente detenido por tráfico de narcóticos en una prisión estatal en San Diego. Las visitas se celebraban al aire libre en el jardín de la prisión. El asombro constante de la joven chocaba con lo lúgubre de la ocasión: “¡Ay que lugar más bonito! ¡En México ni los parques son tan lindos!” Verdad triste a la vez que inquietante, sobre todo teniendo en cuenta que el campo de la prisión es mantenida por jardineros mexicanos.

Hay muchas y complicadas explicaciones en cuanto al ‘por qué’ de la falta de bienestar en las sociedades descendientes del imperio español y la gran prosperidad de los pueblos herederos del imperio británico. La visión anglosajona popular – racista – habla de la “inferioridad latina” en términos genéticos y sostiene que puesto que somos descendientes de razas “serviles” (la española, la africana, y la amerindia) por naturaleza somos indisciplinados, arrogantes, soberbios, anárquicos, apáticos, violentos, y perezosos; solamente sabemos comportarnos cuando vivimos bajo la mano firme de un gobierno absolutista, la bota de una dictadura militar, o cuando nos hallamos indocumentados y sin derechos en un país ajeno pero socialmente superior, es decir, anglosajón.

Como latino que residió durante bastantes años en países anglosajones durante diversos periodos de mi infancia y de mi adultez, he tenido amplia oportunidad de oír, y de debatir estas teorías a “puño, palabra o pluma.” Ni hay que decir que como descendiente de las raza “latina, africana, e india” ninguna de estas “teorías” resultan aceptables para mí.

Otras teorías anglosajonas para explicar nuestra inferioridad, ya más académicas y menos racistas, no se basan en argumentos biológicos, sino sociológicos, atestando a que nuestra discapacidad social es el resultado de una mentalidad ‘colonizada’ que se manifiesta en una falta de consciencia social, una carencia de patriotismo, y una actitud negligente ante la productividad y el empleo efectivo de nuestro tiempo. Como evidencia aluden a la larga lista de latinos que en el contexto de los Estados Unidos, o del Canadá, o de Inglaterra, logran destacarse como políticos, profesores, abogados, médicos, y científicos, pero nunca regresan a su patria de origen para contribuir a una mejoría allá: sólo en el terreno fértil de la organizada y superior sociedad anglosajona logramos florecer.

Todos los latinos – ya sean los cubanos, los mexicanos, los venezolanos, los puertorriqueños, los colombianos, los argentinos, etc. – también tenemos nuestras propias teorías para explicar, o para excusar y justificar, la discrepancia entre la prosperidad y la estabilidad social y económica de los países anglosajones y los de habla española.

Entre estas explicaciones casi siempre figuran prominentes los efectos de la colonización – aún y a pesar de que sus respectivos países lograron su independencia en cada caso hace más de un siglo: es como excusar nuestros adulterios con la promiscuidad de nuestros abuelos.

También hay muchos, incluyendo los brasileños, que señalan al “imperialismo yanqui” y a las constantes intervenciones políticas, económicas, e incluso militares de la superpotencia del mundo como responsables por el nivel de corrupción política de su gobierno actual. Harían bien en tomar el ejemplo del Japón, que a pesar de sufrir la explosión de dos bombas atómicas, la humillante desmilitarización de su país, y de experimentar la presencia militar constante de una fuerza invasora, logró superar su estado de derrota para llegar a establecerse como potencia económica e industrial de primera categoría: Con el demonio solamente arriesgan el alma los que se dejan pervertir por sus tentaciones.

Hay quienes encuentran en la religión el factor causante del espíritu conformista y de la dominante apatía que tanto prevalece entre los diversos pueblos de Latinoamérica. Los que abogan por esta teoría resaltan como la Iglesia Católica efectúo una campaña de adoctrinamiento oscurantista, con la implantación de temores y supersticiones tanto para difundir su propio régimen de creencias y establecer su propia jerarquía política, como para facilitar el proceso de subyugación del pueblo a las fuerzas de opresión políticas, ya fuesen las imperiales o los regimenes totalitarios post-coloniales. Curiosamente, no por ello estos individuos dejan de acudir a misa con sus esposas los domingos, de celebrar las festividades cristianas, o de llenar sus casas de santos, cruces y velas.

Sin embargo, vamos a contar verdades: muchas de las críticas sobre nuestras actitudes, conductas, y faltas en general son bien merecidas. En cuanto a las causas, y razonamientos racistas aparte, hay también mucha validez en las explicaciones sociales e históricas que contribuyeron al estado socioeconómico deplorable de la Hispanidad. Los efectos del colonialismo, del adoctrinamiento religioso, de la política intervencionista americana, etc., son en mayor o menor medida causas colaboradores.

Pero lo que casi todas estas explicaciones tienen en común es que atribuyen nuestra situación a meros factores externos (el legado colonial, la religión, los americanos) y nos restan cualquier responsabilidad por la misma. Aunque es cierto que en el historial de la patología hallamos indicios para el remedio, el proceso de comprender los antecedentes de una situación difiere en gran medida del proceso de rectificar la misma. Todos estos razonamientos son a su modo ‘verdades’ interesantes, pero no presentan soluciones; tampoco incitan al cambio o a la superación. La diagnosis de la realidad del mundo Hispano es ya bien evidente, basta salir a la calle para ver el estado enfermizo de nuestra situación.

Hay que actuar; hay que pasar también de la etiología de la enfermedad (del historial de las causas) y de la diagnosis de la misma a un remedio, y hay que dejar de conformarnos con excusas y enfocar en soluciones; cada día que pasa sin movilizarnos al cambio la prognosis (el resultado anticipado de la enfermedad) se vuelve más y más pésima.

La esencia de nuestro problema social y personal se ilustra muy bien con el siguiente ejemplo: En la India (y en los circos alrededor del mundo), se entrenan los elefantes para que queden amarrados a cayados. El proceso comienza cuando, aun de becerros, los elefantes quedan amarrados a estacas en la tierra. Al principio los elefantitos luchan con todas sus ganas para liberarse, sólo para darse por vencidos al encontrar que les falta fuerza para romper la soga, partir la estaca o arrancarla del suelo. Con el tiempo el elefante acepta esta condición de impotencia ante su atadura, aun cuando se le emplee arrancando árboles del suelo de raíz cien veces más fuertes y resistentes que la estaca, o jalando toneladas de carga miles de veces superiores a la resistencia del amarre. En términos psicológicos y sociales el problema del elefante es mental, no físico: al elefante no le falta fuerza, le falta conciencia de las posibilidades y de la aplicación de la misma.

Periódicamente los pueblos latinos se alzan y tratan de zafarse violentamente de las condiciones sociales, políticas, y económicas en las que se encuentran, ocasionado con frecuencia revoluciones; de hecho el concepto de “revolución” involucra un cambio drástico y radical ya sea a nivel social, político, o económico. No obstante los estudiosos de la historia de España y de Latinoamérica reconocen algo muy importante: nuestras revoluciones sangrientas solo han servido para enriquecer a los que nos venden las armas y las balas mientras que “los de abajo” raramente trascienden ese estatus inferior. Lo que se precisa pues, es una revolución mental o sea, de consciencia: tenemos que aprender a pensar de forma diferente para que nuestro ‘mundo’ sea diferente. Solo así comenzaremos a identificar y arrancar las estacas que nos detienen, nos limitan, y nos aprisionan.

Confucio dijo “es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad,” y es aquí donde tenemos que dejar de contarnos mentiras y aceptar las verdades de quiénes somos. Podemos continuar quejándonos de cómo están las cosas en nuestros respectivos países y seguir siendo defraudados una y otra vez por nuestros políticos, o podemos comprometernos con nuestro propio esfuerzo a ser una vela individual contra la oscuridad – o de seguro seguiremos mereciéndonos los epítetos despectivos de nuestros vecinos del Norte. Tenemos que inculcar un kaizen no kokoro – una mente kaizen – para poder percibir nuestras realidades y trascender las sogas y trancas que nos ciñen.

A través del mismo proceso psicológico, filosófico y espiritual del que se sirvieron los japoneses para elevarse de los escombros de un holocausto nuclear, crearemos juntos un cambio sociológico que aunque comience con una chispa se convertirá en una llamarada de esperanza para aquellos que se encuentran sin fuerzas y sin alientos para cambiar por si solos: “Si al principio una idea no parece absurda, no hay esperanza para ella” – Einstein.

Francamente, “hemos visto al enemigo y somos nosotros” – aquí y ahora. Pero el cambio es posible, necesario, indispensable. Acuérdense: “el camino a un verdadero Nuevo Mundo comienza con una sola mente.”

He Dicho. Así Es. Y Así Será.









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